Uno tiene que ser el cambio que quiere ver en el mundo. Mahatma Ghandi
¿Qué hace diferente a una empresa exitosa de otra.?¿Porqué Empresas a priori con menores recursos y cuota de mercado son capaces de derrotar a los Gigantes o Líderes en su Sector? Seguramente para responder a estar preguntas podemos encontrar múltiples y válidos
argumentos,explicados todos ellos desde la óptica del
Management y la Gestión Estratégica, razones y motivos que pueden ir desde la
excelencia del producto, la utilización y manejo de la
tecnología, su
capacidad financiera y de generar fondos para afrontar el crecimiento o la
capacitación de su Equipo Humano entre otros.
Hoy me quiero detener en un argumento, traído de la mano de la
Sociología o la Psicología, que cada vez cobra mas importancia como un
factor explicativo de éste fenomeno operando como
catalizador del
éxito o fracaso de una
Compañía, me refiero a los
Estados de Ánimo.
No nos debemos sorprender por ello, ya que cada uno de nosotros
estamos inmersos en un
Estado de Animo emocional que condiciona nuestro comportamiento y
marca la frontera de posibilidades de nuestra
capacidad de actuación. A diferencia de las emociones que nos asaltan de forma brusca y normalmente como reacción ante un determinado evento, los
Estados de Ánimo se van
apoderando de nosotros constituyendo el
trasfondo desde el cual vemos el mundo. Actuan como
verdaderos filtros o gafas que
condicionan nuestra visión de lo que nos rodea o acontece,
predisponiendonos a una u otra acción y por tanto marcando indefectiblemente nuestra capacidad de actuación.
Lo malo de los
Estados de Animo, es nos van acompañando y transitan por nosotros, formando parte de nuestro quehacer diario,
sin que muchas veces
nos demos cuenta de su presencia. Además al observarlos u observar a alguna persona sumida en un determinado estado, pareciera que han venido para no irse jamás ya que los vamos inconscientemente retroalimentando con nuestros pensamientos y formas de actuar.
Lo que caracteriza a los
Estados de Ánimo, además de estar en el
origen y consecuencia de nuestros
relatos e interpretaciones, es su elevada
capacidad de contagio a otras personas, por medio del Sistema Límbico,y de ahí su importancia como
fenomeno social. Transcienden con suma facilidad de la dimensión individual y personal a la colectiva, afectando e instalándose en el ánimo de un Grupo o Colectividad ,generándo
historias y vivencias colectivas ,recogidas primero y fomentadas despues por la Tradicción o Cultura. Es asombrosa su capacidad de expansión y el modo por el que uno tras otro, vamos adoptando esas
historias en forma de creencias, sin cuestionarlas en absoluto, mimetizando nuestro comportamiento al imperante en el Grupo del cual formamos parte
Ejemplos de ello es darse cuenta que no fue lo mismo el
Estado de Ánimo y la psicosis de destrucción y victimismo que se vivió en Europa en el siglo XIV tras la
pandemia de la peste que acabó con una tercera parte de la población y que a la postre promovió la libertad de credo y la reforma protestante, que el Estado de Ánimo de euforia y creencia en el Sueño Americano tras la
conquista de la luna por el hombre en 1.969. Como tampoco fué lo mismo el optimismo que vivió el mundo en
los felices años 20, con su años de prosperidad económica, que el abatimiento colectivo sobrevenido despues de la
Gran Depresión y el advenimiento de los Regímenes Totalitarios, cuyos síntomas pudiera parecer que estamos ahora de nuevo reviviendo.
Como vemos no todos los
Estados de Ánimo, son lo mismo, ni nos afectan de igual forma, hay unos que podemos catalogar como
estimulantes o positivos, que
amplian nuestras posibilidades de intervención y nos proporcionan los
recursos precisos para de forma resolutiva encarar las dificultades mientras que otros nos
anclan en el victimiso,
el rencor o lo que es peor, por aquello de ausencia de lucha, en la
resignación.
Al igual que nos sucede a cada uno de nosotros cuando nos
sentimos seguros, confiados, con
ambición o cuando por el contrario nuestra
moral está baja, estamos
abatidos, vemos en todo una
amenaza y nos sentimos
derrotados de antemano, lo mismo les sucede a las
Empresas y sus Líderes.
Estos
Estados de Ánimo van calando como una lluvia fina en las
Organizaciones, construyendo a lo largo del tiempo
visiones y relatos colectivos, que acaban constituyendo un conjunto de
valoresy principos que conforman la
Cultura Corporativa de cada Empresa, marcando diferencias entre Empresas Innovadoras, Empresas Conservadoras aferradas a la tradicción (
Aqui siempre hemos hecho las cosas asi...), entre Empresas Ambiciosas que encaran la crisis como una oportunidad de otras Empresas Resignadas a su suerte, que luchan malamente por sobrevivir.
De ahí la importancia de
gestionar emocionalmente las Empresas, que no sea inocuo ni tampoco indiferente el
Estado de Ánimo o
transfondo emocional mas o menos permanente que gobierna desde la sombra nuestra
Compañía, ya que éste es el responsable de
discriminar y situar el horizonte entre lo
posible de lo imposible, entre lo lícito o lo ílicito, entre lo permitido y lo prohíbido o de
marcar el límite entre un sentimiento de culpa o legitimidad.
En definitiva determinan nuestro rendimiento y son los responsables de marcar la frontera de nuestros resultados.
Lo bueno de todo, es que los
Estados de Ánimo se pueden
diseñar y modificar a nuestra conveniencia. Esa ha sido muchas veces la gran habilidad y aportación de muchos
Líderes, que han cambiado el rumbo de la historia, gracias a su enorme capacidad de
sugestión colectiva e impacto en los
Estado de Ánimo de sus seguridores. Todos nos acordamos de
Ghandi o Martin Luther King o de personajes tan funestos para la humanidad como
Hitler.
Ahora bien primero que necesitamos para
poder intervenir en ellos de manera que potencien las habilidades y fortalezas colectivas de nuestra Compañía, es
detectar y conocer en primer lugar en qué Estado de Ánimo estamos inmersos.
¿Prevalece en nuestra Empresa un sentimiento de impotencia y fracaso? ¿Creemos que estamos condenados a ser unos segundones? ¿Confiamos en nuestras capacidades? ¿No sentimos resignados y que creemos que no existen posibilidades de desarrollo personal? ¿Se repira optimismo y confianza ante el futuro?¿Desconfiamos y nos mostramos inseguros ya que cuestionamos la validez de nuestros Equipos Directivos? ¿Nos sentimos desamparados y desorientados por la Sucesión del Fundador?¿Vivímos momentos de euforia tras los últimos éxitos alcazandos?o por el contrario
¿Nos sentimos abatidos e inseguros por no haber conseguido ningún nuevo contrato en los últimos concursos o licitaciones?, las repuestas a estas preguntas son algunos ejemplos de los
Estados de Ánimo que pueden prevalecen afectando tanto
a la forma y como al fondo de nuestro comportamiento indicidual y colectivo en nuestra Empresa.
Sólo tras identificarlos, y ver que
juicios y conversaciones sustentan y se sostienen en ese
Estado de Ánimo, podemos trabajar
contruyendo nuevas historias, relatos o
imágenes acordes con los nuevos
retos o metas que precisamos alcanzar, podemos
buscar hechos y situaciones que los
infundan o los hagan irrelevantes para los
objetivos que nos planteamos, podemos
diseñar acciones o dar pasos para recomponer el escenario o podemos
anticiparnos a ellos, contruyendo repertorios, o cursos de acción, como hacen muchos
deportistas, que nos situen en un
Estado de Ánimo positivo.
De ahí la relevancia que tiene contar con
Directivos con
competencias emocionales que les hagan comportarse de manera
optimista, positiva, confiada, que sean
personas resueltas, entusiastas e ilusionadas capaces de gestionar sus propios Estados de Animos atrayendo los positivos para despues implantar las
estrategias, politicas de comunicación, y acciones que alejen o neutralicen los Estados de Ánimo que afecten negativamente a la Organización.
No permitamos que personas
depresivas, negativas, mal humoradas, resentidas, ansiosas , irritables e inseguras, se apoderen de nuestro ánimo, nos arrojen su
toxicidad gobernando nuestras vidas y las de nuestras Empresas.
Unas veces me siento
como pobre colina,
y otras como montaña
de cumbres repetidas,
unas veces me siento
como un acantilado,
y en otras como un cielo
azul pero lejano,
a veces uno es
manantial entre rocas,
y otras veces un árbol
con las últimas hojas,
pero hoy me siento apenas
como laguna insomne,
con un embarcadero
ya sin embarcaciones,
una laguna verde
inmóvil y paciente
conforme con sus algas
sus musgos y sus peces,
sereno en mi confianza
confiando en que una tarde,te acerques y te mires..
te mires al mirarme.
Mario Benedetti