7.14.2011

LA MONTAÑA RUSA



El presuroso de pies tropieza. (Libro de los Proverbios del Antiguo testamento)


Cada vez me encuentro con mas personas que viven aceleradamente, sumidas en una vorágine que las arrastra sin control. Para ellas todo sucede muy deprisa, el ayer, hoy y mañana, se convierte en un apresurado aquí y ahora. Tienen la sensación de vivir montadas en una especie de montaña rusa, que les impide bajarse y ver con claridad para disfrutar con plenitud de los momentos de su vida. Como decía el escritor argentino Borgés, en uno de sus poemas: Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos; no te pierdas el ahora.

Curiosamente y de forma contradictoria además de la sensación de urgencia, sienten que van siempre por detrás, que llegan a todo tarde y se encuentran a merced de los acontecimientos. De forma prolongada este estrés diario se va cronificando y les acaba pasando factura.

Además de los habituales trastornos de salud, como cansancio, pérdida de apetito y sueño, migrañas y dolores de cabeza,sudor de manos, tics nerviosos, usos de fármacos, puede desembocar en serios trastornos emocionales y afectivos . Sensaciones como falta de control, inseguridad, incapacidad para resolver los problemas, angustia, estallidos de ira o depresiones son por desgracia la natural consecuencia de su vertiginosa y desbocada existencia.

¿Qué provoca esta alocada carrera que parece no tener sentido ni fin? No es fácil dar una única respuesta ya que cada persona vive esta situación de forma diferente. Hay quien su baja autoestima le hace estar continuamente en un ejercicio desmesurado de afirmación y reivindicación frente a los demás. Otros en cambio se mueven guiados por un exceso de competitividad que le provoca un afán desmedido de sobresalir, de ser los mejores. Pero también en el origen de todo puede ser mas instrumental y estar basado en una deficiente planificación. No saben priorizar ni medir las propias fuerzas. Pero también he visto quienes su verdadero problema de sus abarrotadas Agendas, era su dificultad para ser asertivos y su incapacidad para decir que no, comprometiendo en ello, además de su salud, su dignidad como personas. Rehuyen la confrontación y viven su vida como deudos o esclavos de los demás.

Por ello tenemos , ahora mas que nunca, que ensalzar el valor de la lentitud. No caigamos en el error de confundir la deseable proactividad con un exceso hiperactividad perniciosa. Viene al caso la conocida frase de Napoleón de vísteme despacio que tengo prisa, o la otra de sin prisa pero sin pausa poniendo de relieve las ventajas de no actuar de forma apresurada y tomarse las cosas con una calma diligente.

Dejemos a un lado las prisas que de forma ilusoria creemos nos permiten tener el tiempo en nuestras manos cuando en realidad lo que hace es escurrise entre los dedos y nos impiden ser ,al tiempo que más eficaces y creativos en nuestro trabajo , disfrutar del momento.

Ha llegado la ocasión, de cambiar nuestra mentalidad y actitud. Ser conscientes que el tiempo, no es un recurso que se puede gestionar. En cambio si podemos, organizarnos mejor y gestionar las cosas que suden en ese tiempo, las cosas importantes a las que queremos prestar atención.

Si conseguimos desacelerar nuestra vida, comer mas tranquilamente, no ir de la ceca a la meca, corriendo a todos los sitios, salvando por los pelos las situaciones, entregando a última hora los informes que nos han pedido, llevando y recogiendo apresuradamente a los niños a la guardería, llegando tarde a la peluquería, al trabajo, saliendo corriendo de casa, un día y otro también, desquiciados en los atascos del trabico, etc….recuperaremos el control de nuestra vida.

Nada mejor que aprender a relajarse, a dedicar momentos diarios para la reflexión, al disfrute de la serena contemplación, a dejar el activismo de hacer por hacer y dedicarse a priorizar y vivir conforme a nuestros compromisos, recuperar tiempo para el descanso y hacer ejercicio de forma regular para disfrutar de las todas ventajas de una nueva cultura basada en el SlowLife.

Me voy a trabajar con un refrán que me viene a la memoria que señala: Quien va despacio y con tiento hace dos cosas al tiempo. ¡Sabiduría popular….!

7.10.2011

ROMPIENDO PARADIGMAS. EL LIDERAZGO INFLUYENTE


Los cambios se suceden a una velocidad tan vertiginosa, superponiéndose en una oleada continua, con sus flujos y reflujos, que es difícil darse cuenta de la energía y magnitud de los mismos y tener una conciencia clara de lo que realmente está aconteciendo.


Vivimos sumergidos en la inmediatez y en el presente, mientras que continuamos pensando y actuando conforme a patrones ya obsoletos y anticuados. No importa si estos tienen varios siglos de antigüedad o su aparición y validez viene de poco tiempo atrás.

Asistimos desconcertados al hecho de ver surgir nuevos y poderosos paradigmas que al poco tiempo se desmoronan y son sustituidos, en una existencia efímera, por otros que vienen a ocupar su lugar en el pensamiento. Este fenómeno provoca dos reacciones. Una perniciosa consistente en vivir en una especie de nihilismo dejando a un lado todo tipo de creencias y comportándose de un modo meramente utilitarista y otra sustentada en la plena vigencia de los valores y principios, llamemos naturales, se revelan como inmutables y reivindican su validez en estos tiempos de crisis y metamorfosis permanente.

El concepto de Liderazgo no es ajeno a esta marea continua de cambios. De hecho hemos visto como en los últimos años ha ido evolucionando conforme la realidad social y económica se iba transformando. Afortunadamente ha ido quedando en desuso, salvo en algunos regímenes autocráticos y dictatoriales, el Liderazgo Despótico ejercido desde el poder absoluto.

Si hace muchos años el Liderazgo Productivo o Transaccional se revelaba como crítico para conseguir optimizar el rendimiento productivo con el fin de fabricar mas y mejores productos, sirviéndose del premio o castigo como palanca, éste tuvo que dejar paso en a mediados de los 70 del pasado siglo, a un Liderazgo en que primaba la preparación a la gente para adaptarse a las profundas transformaciones que estaba sufriendo el mundo, cambios que a partir de entonces se revelarían como permanentes. En éste sentido podríamos denominarlo Liderazgo Adaptativo, y mediante el cual se “empujaba” a las personas a afrontar ese cambio.

De tal magnitud fueron los cambios y retos que tuvimos que afrontar, que nuestra necesidad adaptativa trascendió de una magnitud mecánica o instrumental a otra que abarcaba todo nuestro Ser. Desde lo que podíamos llamar el Liderazgo Transformacional, conceptualizado como tal en la década de los 80, las personas influidas por la relación interpersonal y la visión compartida con líder ahora cambian sus creencias, valores y sentimientos, armonizando sus intereses a los intereses superiores del grupo o colectividad, conformando un nuevo Liderazgo.

En este Liderazgo retador y motivador, el líder además de facilitador, proporciona y comparte nuevos paradigmas o formas de pensamiento en los que se estimula el compromiso, el desarrollo, la autonomía y la autorealización de cada persona, haciéndolos compatibles la transformación colectiva para alcanzar los objetivos y metas, cada vez mas ambiciosos y exigentes, del Equipo.

Es un Liderazgo de gestos, simbólico, de visiones y significados morales compartidos, en el que el poder y la autoridad formal ha dejado de ser la piedra angular desde donde se lideraba a las personas.

Pero como hemos señalado anteriormente los cambios se suceden a una velocidad vertiginosa, dejando atrás los paradigmas con los que la humanidad ha vivido casi desde la revolución industrial. Nuevas Conquistas Sociales, el avance imparable de la democratización, logros en educación, el progreso tecnológico, el fenómeno de la globalización, la fragmentación del conocimiento y especialización, hacen que la realidad hoy en día sea mas compleja que nunca. Hemos visto como en muy pocos años hemos pasado de Era de la Información, a la Era de la Conectividad en Red, en la que todo sucede e impacta con carácter global e inmediato.

Ello nos exige anticipación y tener desplegadas todas las antenas para poder captar los cambios que tenemos frente a nosotros, identificando su naturaleza y magnitud. Además está suponiendo poner en cuestión, los esfuerzos individualistas basados en la competencia y competitividad, en los que el paradigma es ganar o perder, en los que el Liderazgo se ejerce desde una cabeza pensante y se realiza por unas manos ejecutoras. Frente a la concepción individualista vigente en los últimos tiempos característica de la cultura anglosajona se opone con fuerza la cultura de cooperación.

Por otro lado ya no es posible querer tener todas las soluciones, toda la información al tomar las decisiones. El líder de hoy ve como su autoridad y confianza se quiebra. Necesita abrirse y mostrarse vulnerable y reconocer con humildad sus limitaciones, para recuperar su liderazgo a través de los demás, transitando del conocimiento individual a la sabiduría compartida. Además su papel ha cambiado. De ser un instructor, capacitador y solucionador ahora el nuevo líder se manifiesta en una tiple vertiente como catalizador de las transformaciones, facilitador del cambio y ejerciendo el role de coach de sus equipos.

Si el ayer, es diferente del hoy y el hoy del mañana ¿Qué cambios observamos, trascurrida una década del siglo XXI, en el Liderazgo actual?

Aunque la foto esta movida por aquello de la vertiginosa sucesión de los cambios, si podemos vislumbrar algunos de los nuevos paradigmas del Liderazgo actual.

El Liderazgo de hoy ha ido profundizado en su despersonalización. De un Liderazgo individual y formal, pasamos a un Liderazgo participativo o compartido, llegando ahora a la visión posmoderna del Liderazgo, entendido éste como un Proceso de Influencia Pura.

El Liderazgo actual, al que podríamos llamar Liderazgo Influyente, es un Liderazgo puntual y circunstancial, alejado del concepto de rol permanente, lejos de cualquier autoridad formal o posición jerárquica. Del Liderazgo de las ideas hemos pasado ahora a un Liderazgo de los resultados que se manifiesta y se reconoce por sus impactos en el comportamiento y en los resultados que logra. Influencia generada por doquier, por cualquier persona o grupo social, dentro o fuera de la Organización y que se sirve del entusiasmo, sus ideas, ejemplo, compromisos y comportamientos para ejercerla y es precisamente ésta facultad de influir a los demás la que valida su Liderazgo.

Bajo esta nueva concepción, para mostrar y ejercer tu Liderazgo, no hace falta tener un cargo, un equipo bajo su supervisión, una amplia responsabilidad, ni contar con un amplio bagaje de conocimientos ni experiencia, tan sólo basta con tener la capacidad de influir en los otros. Es el impacto y resultado de tus acciones e ideas el que constituye y valida tu Liderazgo.

Ya no buscamos Líderes, ni precisamos conocer que características ideales tienen que tener, como visión, carisma, integridad,.. precisamos personas que con su iniciativa y ejemplo demuestren y ejerzan su Microliderazgo medido por su capacidad de influir, de manera puntual y discreta, en el comportamiento de las personas, Organizaciones y Grupos Sociales, formen o no parte de ellas.

La responsabilidad de los Directivos actuales, además de ser agentes activos de su propio Liderazgo, consiste en tener las antenas desplegadas, abrir los canales de comunicación precisos y crear las condiciones optimas dentro de su Organización para que esté nuevo Microliderazgo fluya, se expanda y se revele como una valiosa fuente de transformación, innovación y excelencia.


Como mencionábamos en otro post el Directivo tiene que actuar como un iluminador de escenarios y gestor de emociones para que cada Persona o Equipo dentro de su Compañía encuentren su propósito y demuestren su Liderazgo. Un Directivo que deja de ser servido por el Equipo a servir al mismo y en el que su verdadero valor añadido no es el trabajo que realiza, como tal, sino su capacidad de movilizar todos los recursos, talentos y liderazgos de su Empresa para conseguir, en un proceso de aprendizaje continuo, los retos y desafíos que garanticen el éxito permanente, tanto a nivel Organizativo como de todas las Personas protagonistas del proyecto.

7.02.2011

AVE FENIX



Bienaventurados los flexibles porque ellos no se romperán cuando los doblen.

Michael Mcgriff

Contra la pereza diligencia, contra ira paciencia, contra soberbia humildad,……. frente a la adversidad Resilencia.

Parecería ser una de las 7 virtudes capitales que proclama la Iglesia, pero no es así. La Resilencia, que tiene su origen etimológico en el término latino Resilio, cuyo significado es volver atrás, rebotar o resaltar, es la cualidad que tienen determinados objetos de volver a su forma original tras haber sido sometidos a presión y deformados. En términos físicos sería la capacidad de recuperación de un material tras haberse sometido a un esfuerzo.

Esta cualidad no sólo se ha observado en la ingeniería mecánica, también es de aplicación a las Organizaciones y las Personas. A principios de los 90, la psicología observó como niños sometidos a un ambiente hostil, condiciones de pobreza y disfuncionalidad familiar eran capaces de sobreponerse y desarrollarse positivamente mientras otros sucumbieron a ese proceso destructivo: A los primeros se le llamó resilentes.

Podríamos entonces decir que la Resilencia es la facultad que tienen las Personas y las Organizaciones para sobreponerse a las dificultades y salir airosos de situaciones adversas y de riesgo. Gracias a su flexibilidad y elasticidad son capaces de tener respuestas adaptativas a los cambios y superar los momentos de crisis.

Esta cualidad que afecta tanto a Individuos, Directivos y Corporaciones, se revela como una virtud en los tiempos turbulentos que corren. Acuciados por las crisis y un entorno de permanente cambio e inestabilidad, de permanente desafío y caducidad de los paradigmas, la Resilencia, se convierte en una virtud de capital importancia para la supervivencia , anticipándose a los cambios y reinventándose continuamente.

La Resilencia además de ayudar a proteger propia identidad constituye un comportamiento vital positivo. Es una actitud frente al futuro para vislúmbrarlo con optimismo, sobreponerse a las adversidades y dar respuestas constructivas, poniendo el foco en la resolución no en las causas ni en los problemas.

Las Empresas para sobrevivir y hacer frente a los cambios tecnológicos y regulatorios, para adaptarse a los comportamientos variables, impensables e impredecibles de los consumidores, para reaccionar y sostener los envites y acometidas de una competencia que se renueva constantemente, tienen que ser resilentes. Ello implica tanto adaptabilidad y flexibilidad a las nuevas circunstancias, como cercanía y proximidad el mercado, anticipándose a los cambios con visión de futuro sirviéndose de una cultura de aprendizaje para capitalizar las crisis, de poner en práctica permanentemente el I+D+I, reasignando permanente los recursos y finalmente generando y liberando todo el talento.

No es de extrañar por ello que los Departamentos de Recursos Humanos sitúen ahora el foco en contratar Empleados y Directivos resilentes, poniendo el acento como antaño no sólo en la habilidades y competencias técnicas que cada puesto requiere, sino sobre todo haciendo énfasis en la inteligencia y competencia emocional necesarias para un excelente desempeño.

Asistimos a un escenario en el que la falta de compromiso, la baja implicación, el hedonismo exacerbado, el incremento del estrés , provocan una disminución de la satisfacción tanto en el trabajo y como la vida personal, comprometiendo el equilibrio personal además de poner el riesgo la viabilidad empresarial.

Por ello se buscan ejecutivos resilentes, aquellos que tienen la elasticidad mental para anticiparse a los problemas y reacionar de forma positiva frente a la incertidumbre. Son personas proactivas, resolutivas que están enfocadas hacia la acción sin dudar en tomar decisiones. Su énfasis radica en prosperar en lugar de sobrevivir, son aquellos que saben gestionar eficazmente sus respuestas emocionales concentrándose en las soluciones en lugar de enmarañarse en los problemas y sus causas.

Estos Directivos son capaces de realizar las transformaciones necesarias en sus compañías para resistir la presión, superar las crisis y crear las condiciones para el éxito de su empresa. En lugar de desinflarse y desanimarse, de mostrarse deprimidos e impotentes, alientan y estimulan a sus equipos contagiándoles de su optimismo, dándoles el soporte emocional y organizativo que precisan.

Son capaces de generar un entorno de trabajo basado en el respeto, la justicia, la integridad y el desarrollo. Proporcionan a sus Equipos la autonomía y flexibilidad que precisan para improvisar eficazmente y responder a los desafíos con la inmediatez requerida. Alientan la toma de decisiones, les ofrecen su soporte y apoyo y les facilitan oportunidades para el desarrollo y aprendizaje. Son personas que se comunican de manera franca, respetuosa y abierta con su gente. Se muestran cercanos, tolerantes ante el error, les reconocen su aportación, les muestran su aprecio, transmiten un sentimiento de seguridad y facilitan además de una sensación de control, una nítida visión y sentido de pertenencia y propósito.

El Directivo resilente tiene que estar constantemente combatiendo las toxinas que se generan y se expanden, como en todo organismo vivo, por su Organización. Son auténticos supervivientes que salen adelante a pesar de la falta de claridad en responsabilidades, los bajos niveles de apoyo y la falta de definición de objetivos que afecta a muchos de ellos. Son capaces interpretar correctamente y automotivarse a pesar de una pobre comunicación, su confianza y autoestima les permite convivir con la inseguridad en el empleo moverse en la ambigüedad, coquetear con la incertidumbre, y salir del ostracismo al que muchas veces quedan relegados. Su resistencia y perseverancia les permite asumir excesivos horarios y cargas de trabajo, gestionar el estrés a pesar de no controlar ni la cantidad ni el ritmo de su trabajo.

Su equilibrio interior les permite superar conflictos y enfrentamientos y conciliar de manera efectiva su vida familiar con la personal. Su creatividad les permite poner orden dentro del caos y a pesar de la fragmentación y dispersión a la que se ven sometido son capaces de interpretar imaginativamente y dar coherencia a las cosas que manejan y gestionan. Su capacidad de introspección y pensamiento crítico les permite construir fortalezas a partir de las debilidades.

Ante situaciones de crisis son capaces de, manteniendo la serenidad, tomar el control de la situación, evaluando el impacto y alcance de los daños, así como la duración de la misma. Se preguntan cuestiones tales como ¿Qué puedo hacer? ¿Cuáles son las palancas sobre las que actuar?¿Cómo limitar los daños?¿Qué medidas urgentes podemos adoptar?

La persona resilente, es una persona austera, comprometida con ella misma y con los demás, vive en armonía consigo misma y está integrada en el entorno que le rodea. Ama y siente el cariño de los demás. Tiene fuertes valores y hace de la cooperación, la interdependencia uno de sus comportamientos troncales.

Su visión optimista le hace salir de los baches y altibajos a los que los que la ruleta de la vida inevitablemente le va a someter. Unas veces arriba, otras abajo, otrora con el viento a favor, ahora con el viento en contra, con la diosa fortuna sonriendo o volviéndole la cara. Su Resilencia le permitirá resurgir como el Ave Fenix de sus cenizas y levantar el vuelo hacia adelante renovado tanto física como emocionalmente. El mundo no se acaba, hay que seguir tirando… se suele decir.

 

Pero ¿Qué hace a una persona resilente? ¿Es algo natural, genético o consustancial a la persona o se puede aprender? Afortunadamente esta virtud con la que algunas personas agraciadas nacen puede ser aprendida y adquirida.

Hemos dicho que la Resilencia, además de una cualidad es sobre todo una actitud vital. Una actitud que depende en gran medida tu propia decisión, en la que eres libre de elegir entre una visión positiva y entusiasta de la vida en lugar de una visión en la prime la desesperanza y la negación. Una actitud en la que eres capaz de encontrar lo bueno en lo malo.

Una actitud de búsqueda interior que te llevará al autoconocimiento y aceptación de ti mismo, al conocimiento de tus fortalezas y limitaciones. Una actitud en la que a partir de la introspección y la autoestima te abres al mundo, observas, te muestras curioso y estás dispuesto al aprendizaje. En definitiva una predisposición elástica a no negar el cambio y una flexibilidad que te hará mas resitente.

La Resilencia habita en las personas entrenadas en el esfuerzo, la competencia y la superación. Entrenamiento que desemboca en capacidad de resistencia, tenacidad, y espíritu deportivo, en la que las dificultades se ven como retos y en la que uno disfruta del juego, superando la frustración de los malos resultados, organizando y administrando sus recursos para obtener finalmente con perseverancia los resultados deseados. Esta especie de fuerza interior y depósito de reserva que tienen, actúa como autosostén y les permite realizar con garantías la travesía del desierto a pesar de no contar con el reconocimiento y feedback que requieren o no disponer de los recursos necesarios.

Ahora bien una excesiva tensión física y emocional, la falta de equilibrio personal y laboral, una prolongada situación de sobrecarga , junto con la ineficaz gestión del estrés te llevarán sin duda a una situación de distress o energía negativa en la que, además de otros trastornos psicosomáticos, tu Resilencia, se verá socavada fuertemente, quedando incapacitado para tomar resoluciones y afrontar y salir de las dificultades que se te presenten cualquiera que sea su obstáculo o su importancia.

Como resilente además de ejercer un autocontrol sobre tu vida y emociones, tu autoestima, y autoconfianza en sus propias fuerzas y capacidades, te predisponen a hacerse cargo de tu vida, a enfrentarte a los problemas proactivamente, sin rehuir tus responsabilidades. Te gusta y estás cómodo tomando la iniciativa, ocupándose de la resolución de los problemas en lugar de estar instalado en la inactiva y nociva zona de preocupación.

Otra de las características de la persona resilente es su liviandad, su actitud de no dramatizar en exceso, su optimismo, su entereza de ánimo, su afán por no no tomarse las cosas demasiado a pecho o gravemente. Para ello se sirve de su sentido del humor el cual le ayuda a distanciarse, superar y relativizar las complejas y duras situaciones a las que se tiene que enfrentar.

La persona resilente no es una persona solitaria y encerrada en si misma. Muy al contrario es interdependiente, tiene gran empatía, participa y es sensible a las emociones de los que le rodean, uno de los pilares de su éxito personal y su capacidad de hacer frente a las adversidades es su capacidad para interactuar con los otros, mostrándose siempre abierto a la cooperación ,colaboración y interacción .

Pero todo ello estaría incompleto si carecieran de un profundo sentido de propósito, algo a lo que aferrarse en su vida, algo por lo que merece vivir. Los resilentes tienen junto con una ilusionante visión de futuro que ofrecen y comparten con los demás, un sólido esquema de valores que les sirven de anclaje para soportar las turbulencias, sacudidas y vaivenes que les depara la vida, contando con razones y motivos por los que merece la penar luchar y renacer.

Ya sabes tu Supervivencia comienza por la Resilencia.

Mantén tus pensamientos positivos porque tus pensamientos se convierten en tus palabras. Mantén tus palabras positivas porque tus palabras se convierten en tu comportamiento. Mantén tu comportamiento positivo porque tu comportamiento se convierte en tus hábitos. Mantén tus hábitos positivos porque tus hábitos se convierten en tus valores. Mantén tus valores positivos porque tus valores se convierten en tu destino.

Mahatma Gandhi