A menudo pensamos que la meritocracia es un instrumento de Justicia. Aunque esto no es exactamente así. La Justicia se basa en principios morales y valores, mientras que la meritocracia se fundamenta en el mérito. Del dar a cada uno lo que en justicia le corresponde, hemos pasada a darle lo que se merece.
Contestar a qué es lo que se merece una persona nos es cuestión nada fácil, como tampoco lo es dar respuesta a que es lo que le corresponde. Ambas cuestiones pertenecen al ámbito filosófico.
La cultura del merecimiento trata de corregir las arbitrariedades en el reparto de los bienes. Pero, dándolo por válido, ¿cómo atribuimos el mérito? ?Cómo lo medimos?
El mérito, ¿a quién corresponde? Muchos dirán que a la persona que ha ejecutado la acción objeto de merecimiento. ¿Pero esto es realmente así? ¿A quién debemos de atribuir el Talento natural? ¿Qué valor damos a la contribución de la Sociedad al desarrollo de cada Persona?
Por otra parte, el mérito cómo lo medimos: ¿Por el esfuerzo?¿Por la entrega? ¿Por el talento? O como opinan otros, por los resultados conseguidos o el valor que genera cada uno , y de ello se derivaría la importancia o cuantía de la recompensa obtenida.
Lo que parece claro es que la meritocracia no corrige, ni mucho menos y más bien las justifica, las desigualdades sociales y la fragmentación social.
La meritocracia vale, en cierta medida, para corregir la arbitrariedad en la asignación de la riqueza , al tiempo que sirve de justificación o coartada moral a las personas de éxito: Me lo he ganado por mi mismo en base a mis merecimientos
Para que éste juego de ganadores y perdedores funcione, debemos garantizar la igualdad de oportunidades y el acceso a una educación de calidad igual para todos.
Pero muchas veces nos encontramos que las cartas están marcadas. La masificación de la educación va en detrimento de su calidad, recurrimos a la “titulitis” y “los de arriba” tejen una red de influencias o un techo de cristal invisible, con el fin de protegerse de “los de abajo”y así defender su jerarquía; conservar sus privilegios para seguir manteniendo la mayor parte del pastel en manos de unos pocos, que curiosamente son normalmente los mismos.
Volviendo a lo que es justo o injusto, esta atribución corresponde siempre a un juicio valorativo, comúnmente aceptado en cada Sociedad, sobre nuestras acciones y sus consecuencias.
Las cosas son justas o no según respondan a cubrir necesidades básicas, recompensar méritos y reconocer capacidades. Y es aquí donde debemos encontrar un equilibrio entre ellas tratando de maximizar el bien común de la Sociedad en su conjunto. Sin solidaridad crecerá la desigualdad y la paz social será una quimera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario