7.23.2012

LA ENVIDIA



Triste cosa es no tener amigos, pero más triste debe ser no tener enemigos, porque quien enemigos no tenga, señal de que no tiene: ni talento que haga sombra, ni valor que le teman, ni honra que le murmuren, ni bienes que le codicien, ni cosa buena que le envidien. Baltasar Gracián


¿Quién no ha caído en las garras de Envidia alguna vez? Quien mas y quien menos hemos sentido esa pulsión interior que nos ha hecho desear  para nosotros aquello otros poseen: Su reconocimiento y éxito tanto social como profesional, su dinero, su belleza, su felicidad, su inteligencia, sus bienes…..

Como cualquier otra emoción es lícita y es saludable siempre y cuando estimule nuestro deseo de superación, de emular a la persona poseedora de aquello que anhelamos. Así vista, la Envidia constituye un ingrediente necesario que nos motiva y moviliza a la acción conduciendo nuestra ambición hacia aquello que nos falta y deseamos.

Lo malo y preocupante es cuando esa Envidia se enquista y caemos presos de ella. Nuestro deseo de posesión se transforma rencor y resentimiento hacia el poseedor, quienes pasan de ser inicialmente admirados (ad mirare)  por nosotros a desearles su mal.

Como refleja su raíz etimológica (in videre) envidiar a alguien es mirarle con malos ojos. En este sentido podemos afirmar que la Envidia es una de las raíces del Odio, volviéndose perniciosa y destructiva. Si yo no puedo tener eso que tu tienes ,tu tampoco…….Pero no acaba aquí su poder de aniquilación. Este se vuelve contra el Envidioso que prefiere inmolarse antes que  sufrir y soportar el dolor que la Envidia le provoca.

Cuando la Envidia nos atrapa, como un parásito nos va carcomiendo poco a poco por dentro. Como el veneno de una serpiente nos paraliza, quizás por eso la mitología romana la ha representado a menudo como  una siniestra cabeza de mujer rodeada de serpientes,  y nos bloquea  provocándonos frustración acrecentando  nuestro estado carencial.

Nuestro inicial sentimiento de tristeza se torna en profunda amargura y desasosiego interior. Nuestra Autoestima claudica para aceptar un sentimiento de inseguridad e inferioridad que nos imposibilita para obtener aquello que deseamos.

Un de las características de la Envidia es que se sirve de la comparación cercana para sus propósitos. De esta manera envidiamos a los mas próximos comparándonos con nuestros familiares, hermanos, amigos, compañeros de trabajo…... En definitiva con todo aquel que comparte con nosotros nuestra Vida un pero con distinta suerte.

La Envida se tiñe de rabia cuando en esa comparación nos sentimos injustamente tratados e impotentes para alcanzar lo que deseamos. En lugar de arbitrariedad y favoritismo exige para si una justicia distributiva pero  al Envidioso no le valen dádivas ni favores ya que estos no harán más que alimentar su Envidia.

Pero ¿Cómo podemos liberarnos de su maléfico poder?¿Cómo podemos escapar de su acción corrosiva y destructora? En primer lugar mediante la acción emuladora.  Alegrándonos por el bien ajeno, empatizándo con esa persona, admirándola para ponernos en su lugar.

Esto es, se trata de no ser conformistas, combatir la imposibilidad  no renunciando a nuestros deseos y pensar en que comportamientos han hecho que tal o cual persona disfrute ahora de semejante situación que pretendemos y pasar posteriormente a imitarlos.

Otro remedio eficaz, es  cambiar nuestra mirada. Centrarnos mas en nosotros que en los demás. Disfrutar y valorar lo que tenemos en lugar de infravalorar las virtudes y posesiones propias y sobredimensionar las ajenas, como certeramente señala el proverbio árabe que dice: La Envidia señala las virtudes del Evidiado y Los defectos del Envidioso

No se trata en deleitarnos con lo que ya tenemos ni muchos menos  ser conformistas, la clave estará en ser realistas ponernos metas a nuestro alcance y compararnos con nosotros mismos disfrutando a medida que progresamos  y mejorarnos nuestras competencias y habilidades personales.

La otra cara de la moneda es aquella que nos hace acreedores de la Envidia de los demás.  Ello nos recuerda la necesidad en nuestro éxito, para protegernos de sus efectos, de guiarnos con humildad y huir de la soberbia y ostentación. Como dice el viejo refrán: Si tu dicha callaras, tu vecino no te envidiara.

Lo mejor que podemos hacer si alguien, y a pesar nuestro nos envidia,  es alejarnos de él y mostrarle indiferencia. En todo caso recuerda que  hay quien, como Voltaire, piensa que mas vale ser envidiado que compadecido.

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