Cuando un directivo finaliza su mandato, o cesa en su puesto, lo lógico y lo normal es “ hacer balance” de su gestión. Ello va mas allá, con ser importante, de una cuenta de resultados.
No se trata, ni se pretende ni está al alcalce de la mayoría, de marcar una época, si no de cumplir , y si se puede superar, los objetivos asignados o metas señaladas.
Muchos ejecutivos fracasan por no saber cual es la mision para la que han sido nombrados o confunden las prioridades; otros ven el cargo como una recompensa a los servicios prestados o canongia de la cual aprovecharse y servir a sus intereses.
Cuando uno ocupa un puesto es importante conocer cual es la misión que tiene que cumplir; que puede ser: Poner la casa en orden, acometer una reestructuracion, dar un impulso al negocio o prepararse para los nuevos retos que se vislumbran en el futuro, entre otros cometidos.
Lo importante es no pasar sin pena ni gloria, aunque sea un momento de transición, y marcar una impronta personal alineada con los objetivos de la compañia.
Cómo es lógico, en todo balance siempre habrá luces y sombras en el legado que deja a su sucesor. No siempre sera fácil, ni realista, concluir una labor, pero sí será exigible dar pasos significativos, crear valor, y abrir o allanar el camino al sucesor.
Por ello, es preciso “al llegar”, tener claro lo que esperan de uno, conocer porqué y para qué lo han nombrado, identificar qué cosas hay que hacer bien en esa función y en qué no se puede fallar, para activar las palancas que provoquen los cambios requeridos.
No se trata de marcar una época, mas bien cada época o situación requiere del hombre adecuado. Seré yo ese hombre?