3.17.2016

PASAPALABRA


Hay quien, como Napoleón, dice que una retirada a tiempo es una victoria; soy de los que piensan que no es así. Una retirada a tiempo es siempre el reconocimiento de una derrota en la que se consigue minimizar las pérdidas o como coloquialmente se dice “salvar los muebles”.

Pero qué difícil es reconocer ese momento crucial en el que hay que retirarse, ese momento en el cual el tiempo de uno ha pasado.

Si bien es lícito y plausible luchar por lo que uno ha conseguido, por defender el proyecto en el que uno cree y ha trabajado, por evitar que a uno le descabalguen; en la práctica de poco sirve exhibir defensas numantinas y aferrarse al cargo. Cuando uno empieza a formar parte del problema en lugar de la solución es el momento de pensar en hacerse a un lado y “pasar palabra”.

¿De qué sirve pensar en confabulaciones, buscar culpables y señalar faltas ajenas?. Es mejor ceder el testigo a tiempo y dejar un legado sobre el que construir el futuro que empecinarse contra viento y marea en mantenerse .

Hay que tener valor para decir "adiós"  y no pensar que uno es imprescindible; todo tiene un comienzo y un fin. Lo importante es reconocerlo y estar dispuesto a echarse a un lado. No por presiones ni imposiciones sino por el convencimiento propio y ajeno que es lo mejor para todos.

De ahí la importancia de buscar un sucesor, de ir preparando y dando oportunidades a otras personas para que  puedan tomar el relevo, cuando las circunstancias lo aconsejen, sin traumas y con naturalidad.

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