Nada mas Hipócrita que la eliminación de la
Hipocresía. Nietzsche
La Hipocresía aunque traté de ocultar su falsedad siempre ve se ve delatada por sus Actos.
El Hipócrita esconde su faz
tras una máscara para ocultar su Verdad. Tiene doble moral y utiliza dos varas de medir, una para juzgarse a si mismo y otra mas severa
para valorar la conducta de los demás.
Le gusta dar lecciones y tras su magisterio
dice lo que no hace y hace lo contrario a
lo que predica . Bajo su pretendida dignidad
enmascara su falta de escrúpulos actuando como aquel “trilero” que te muestra con una mano aquello que quieres que veas
para ocultar lo que en la otra esconde.
Para acallar su conciencia no
hay contradicción alguna en su
comportamiento. El Hipócrita siempre
elude su responsabilidad encontrando justificaciones
para su conducta ya que con su mentira, a fuerza de fingir
y aparentar, mas bien se engaña a sí mismo ,como señalaba Balmes,
prefiriendo cerrar los ojos o mirar para
otro lado y así acabar creyéndose que es lo que lo que no es.
La Hipocresía es
tremendamente contagiosa. Se extiende
por nuestra Sociedad, Clase Política, Empresas e Instituciones quienes tras ampulosas
declaraciones de Principios y Valores,
costosas Campañas de Publicidad, y estrictos
Códigos de Conducta intentan crearse una Imagen que difumine una Realidad
en la que
nada es lo que parece ser haciendo bueno el dicho Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces.
El colmo de la Hipocresía es afirmar que la Hipocresía Social
es beneficiosa por aquello que muchos
vicios privados producen beneficios públicos. Al fingimiento del Hipócrita se le ve como una forma de virtud
o cortesía social en la que convenientemente nos han educado para favorecer la convivencia.
Pero esto de la Hipocresía, afectándonos a todos también va por latitudes como nos recordaba Salvador de Madariaga al comparar los vicios nacionales de Franceses, Españoles e Ingleses. A los primeros le atribuía La Avaricia, a nosotros la Envidia, como recogía magistralmente Unamuno en su novela Abel Sánchez y por último a los Ingleses y su Puritanismo la Hipocresía.
Pero esto de la Hipocresía, afectándonos a todos también va por latitudes como nos recordaba Salvador de Madariaga al comparar los vicios nacionales de Franceses, Españoles e Ingleses. A los primeros le atribuía La Avaricia, a nosotros la Envidia, como recogía magistralmente Unamuno en su novela Abel Sánchez y por último a los Ingleses y su Puritanismo la Hipocresía.
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