El Valor es hijo de la
Prudencia, no de la Temeridad. Calderón
de la Barca
La Prudencia conjuga mejor con la Sabiduría
y Templanza que con la Cobardía o el Miedo. Lo que le diferencia al Cobarde
del Prudente es que éste último no teme arriesgarse pero no confunde Valentía con Temeridad.
El Prudente es capaz de detenerse a observar y contemplar el Mundo
desde otras perspectivas diferentes de
las suyas propias lo que le hace ser mas previsor,
mas precavido, mas capaz calcular riesgos y estar mejor
preparado para evaluar alternativas y
adoptar Cursos de Acción. Por ello Santo
Tomás de Aquino se refería a la Prudencia
como el hábito de Elegir correctamente.
La Prudencia nos hace tener un mayor conocimiento y Sentido de la
Realidad proporcionandonos mayor predictibilidad
y fiabilidad. El Prudente localiza sinergias y ve relaciones
donde otros no; es flexible aprendiendo de la experiencia y los errores
teniendo la habilidad para predecir las consecuencias de sus acciones
mas allá de la Fortuna, Intuición o la pura
Casualidad.
No le ciegan los Resultados a corto, los pone en perspectiva y es capaz de pronosticar
y balancearlos con los Resultados a medio y largo plazo.
La Prudencia necesita de la Templanza
para darnos la calma y permitirnos reflexionar proporcionando claridad, sensatez, equilibrio
y moderación protegiéndonos de la precipitación y el comportamiento
apresurado, impulsivo o reactivo.
La Prudencia se adquiere además de con la Madurez , abriéndonos a
los demás, escuchando y siendo mas receptivos y sobre manera estando dispuestos al Aprendizaje.
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