Los generales romanos hacían su
entrada triunfante en Roma,después de
una victoria, en una cuadriga acompañados de un esclavo que sostenía sobre su
cabeza una corona de laurel repitendoles al oído: ¡Respice post te! Hominem te esse memento!(Mira tras de ti y recuerda que eres hombre), para evitar el pecado
de vanidad y soberbia mientras recibían los vítores y aclamaciones del pueblo de Roma.
Al igual que ellos debemos
escuchar a nuestra voz interior que
nos recuerda lo esquivo, fugaz y efímero que puede ser el Éxito.
No se trata de ser inseguro y no
creer en nuestras posibilidades sino mas bien no ser un creído y presuntuoso. No hay que creerse mas de lo que uno es; como tampoco subestimar lo que uno realmente vale y es capaz de hacer.
La palanca para conseguir el Éxito
y que éste sea duradero, consiste
en el esfuerzo y la superación
asentada sobre la Virtud de la Humildad
y el inconformismo.
Sabemos lo duro y costoso que puede
llegar a ser triunfar; como también la
virtud de ser agradecidos ya que la “Diosa
Fortuna” ha estado de nuestra parte.
Huir de lisonjas y oropeles evitará
distracciones fatuas y nos mantendrá
en la senda correcta del Éxito. Conocer
nuestras limitaciones, saber que no tenemos todas las respuestas, cuestionar, en todo momento, nuestras Creencias nos ayudará en nuestro propósito de superación en el que la perseverancia y la disciplina
nos servirán para allanar el camino y abatir las dificultades que salgan a nuestro encuentro.
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