La Cultura Light ha
irrumpido en nuestras Vidas y no sólo en lo que se refiere a la alimentación y
bebidas.
Apostamos por la Ley del mínimo esfuerzo
y la asepsia en las Relaciones. La moda de lo desnatado y descafeinado hace que nuestra experiencia
con otras Personas esté presidida por
la pasividad, la falta de sustancia y despersonalización.
Vamos surfeando por los
acontecimientos, sin mojarnos apenas ni cuestionarnos las cosas, teniendo la sensación de estar siempre de paso a la vez, y cosa
curiosa, al tiempo de estar de vuelta
de todo.
A la menor ocasión que se nos presenta optamos por escurrir el bulto eludiendo nuestro compromiso y responsabilidad.
Tenemos miedo al compromiso;
a establecer lazos y preferimos pasar de puntillas sin hacer apenas
ruido, no se nos note demasiado.
Lo Light contradictoriamente
suele ir acompañado por un sinfín de refuerzos artificiales, a modo de
suplementos vitamínicos o “chutes”, que
ponemos en nuestras Vidas y una alarmante necesidad o gusto por los sucedáneos y estética Kitsch
para paliar la falta de entidad, carencia de valor y autenticidad.
Nos refugiamos en relaciones virtuales o epidérmicas en lugar de implicarnos personalmente con la gente
con la que convivimos habitualmente.
Tratamos de mostrar un “perfil bajo” con el ánimo de controlar nuestros emociones y sentimientos
no vaya a ser que “se desboquen” y
soltemos las riendas de la situación.
Pero a menudo olvidamos que a fuer
de ser livianos, estar a la defensiva y “tomar
distancia” en las relaciones, evitando tejer vínculos que nos aten o nos comprometan demasiado, corremos el riesgo de ser espectadores de nuestra Vida y quedar solos y aislados. Como
decía el filósofo Jean Paul Sartre
una Vida sin Compromiso es una Vida Desarraigada.
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