La Mujer del Cesar no sólo debe ser honrada sino también parecerlo. Cayo Julio Cesar
La ética y la estética suelen caminar de la mano. A veces se disocian, cuando surge por medio la ideología que introduce un juicio de valor sesgado sobre lo que es moral socialmente.
Lo moral e íntegro es normal que se asocien con la bello y la excelente; mientras que lo contrario, la falta de rectitud y honestidad, puede ser tildada de soez y pornográfica. Ya lo señalaba el filósofo Nietzsche que la moral fija criterios estéticos o Platón al indicar que no había belleza en la maldad.
Todos emitimos un juicio moral sobre el comportamiento de los demás y también sobre el propio, habitualmente más indulgente, por aquello de que la paja en el ojo ajeno es más fácil de ver que la viga en el propio; pero este, debe ser “ juicioso” , es decir soportado por argumentos y valores que deben discernir entre lo que está bien o mal.
Lo realmente preocupante es cuando por medio de la ideología tendemos a emitir juicios interesados, desde un especie de atalaya o superioridad moral que incluso cae, la más de las veces, en una intencionada descalificación.
Ideología que se descalifica por sí sóla cuando va acompañada de la hipocresía y doble vara de medir y o falsedad.
No se puede comulgar con ruedas de molino, como tampoco todo vale ni se puede justificar lo injustificable.