«La prisa engendra más prisa […] la prisa se traga la vida»Byung-Chul Han
La cultura de la inmediatez nos urge a tomar decisiones precipitadas y nos genera a una pérdida de autocontrol, en la que nuestra confianza y paciencia se pone a prueba mientras actuamos al dictado de los acontecimientos e impulsos, dejando a un lado la tan necesaria reflexión.
Por otro lado, las nuevas generaciones se han acostumbrado a vivir a “golpe de clic”, necesitando respuestas y satisfacciones inmediatas lo que les lleva a buscar estímulos constantes, con la consiguiente inconsistencia y pérdida de foco, siendo cada vez mas vulnerables frente a la desinformación.
El consumismo, la banalización y el hedonismo se va apoderando de una Sociedad cada vez menos acostumbrada al esfuerzo y la planificación.
Esta urgencia por los resultados nos sumerge en una perniciosa espiral cortoplacista: estímulo-conducta-recompensa inmediata que, a la postre, no hace más que incrementar nuestro estrés, frustración y ansiedad lo que nos lleva a perder nuestro autocontrol y caer en adicciones de las que difícilmente, si no somos conscientes y ponemos remedio, podremos salir.
En el ámbito laboral, la cultura de la inmediatez llega al paroxismo del “para ahora, no, para ayer”
Es urgente poner coto a tantas “prisas y urgencias”; promovamos la desconexión digital, escapemos por momentos de la aparente “realidad virtual” en la que vivimos.
Necesitamos recuperar los valores sólidos frente al “mundo líquido” en el que todo es volátil y cambiante; fomentar las relaciones interpersonales duraderas y huir de la superficialidad.
Debemos retomar el gusto por el proceso, el aprendizaje, fortalecer nuestra voluntad aprendiendo a posponer la recompensa, y entender que esta será mayor y más duradera.
